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Foto del escritorJavier Acosta Giangreco

¿Porqué lloramos a Remigio Pereira?

El pasado martes 8 de marzo perdimos a una persona clave del ambiente musical paraguayo. Repentinamente los mensajes empezaron a multiplicarse desde muy temprano en la mañana. Los que lo conocíamos sabíamos que estaba luchando contra el COVID. Estábamos con el miedo constante sobre su desenlace, dado ya su frágil salud que lo aquejaba hace bastante tiempo a pesar de tener tan solo 61 años.

Desde el 2020 nos han empezado a dejar un extenso número de artistas nacionales. Muchos de ellos con edades avanzadas y otros no tanto. Es alarmante, y digno de un estudio más profundo, ¿por qué los artistas en general no gozan de buena salud?. Son pocos los que llegan a edades avanzadas con vitalidad y lucidez.

Remigio no era en absoluto un hombre de la tercera edad, no solo por su edad biológica sino por su espíritu jovial y campechano. Lo conocí hace poco más de un año en su casa. Su padre (Arturo Pereira) era un destacado músico y defensor de la cultura paraguaya. Escribió libros reveladores, haciendo lo que hasta hoy nadie se anima a hacer en Paraguay que es el revisionismo histórico. Arturo Pereira cuestiona un sinfín de conceptos e hipótesis de los más tradicionales libros de historia, y nos abre al debate y la reflexión.

Arturo Pereira también fue un defensor de la guarania y del legado de José Asunción Flores. Fue en Punta Karapa donde él mismo erigió su museo con su propia colección de documentos relacionados al creador de la guarania. Como se suele decir “la semilla no cae muy lejos del árbol” Remigio fue un férreo continuador del legado de su padre. Sostuvo como pudo ese museo y fue un defensor tenaz de la música paraguaya.

Pero Remigio tenía otras cualidades, él creía sinceramente en la juventud. No era de esos que apelaban al clishe de apoyar a los jóvenes y luego encerrarse en sí mismo. Se rodeaba de gente joven y estos lo veían como un faro de luz. Trabaja con ellos, pero no desde la poltrona del ídolo inalcanzable, sino tocando con ellos, creando conjuntos, dando clases, componiendo obras para los mismos entre tantas otras cosas, siendo uno mas.

Su generosidad y don de gente sumado a su enorme versatilidad fruto de su gran talento y preparación, lo hacían una persona de luz en medio de un ambiente donde prevalece el talento, pero no el don de gente. Para Remigio las cosas se hacían juntos y no apagando la luz del otro para poder brillar el solo. Como todo grande no necesitaba apagar a nadie, sino que con su espíritu de arropar a los demás, el brillaba tanto como los otros. Esto lo volvió una persona magnética, que atraía y todos querían tenerlo cerca.

Cuando lo conocí personalmente (conociendo de antemano mi perfil gracias a nuestra amiga común Fátima Abramo) él mismo me preparo una larga lista de materiales que me quería prestar para continuar con mis estudios de investigación sobre la guarania. Me dio partituras originales, manuscritas y editadas, confiandome (sin conocerme) en que le devolvería. Eso ya me caía bien.

Conversamos largo rato sobre la situación cultural del Paraguay, sobre la importancia de la investigación como fortalecimiento y modernización de nuestra identidad. Hablamos sobre composición y compositores. Me mostró sus obras para guitarra y para otras formaciones instrumentales. Me dijo que él estaba componiendo para los jóvenes, que ese era su legado y aquellos que deseasen tocar su música son libres de hacer lo que quieran con ella, dado que eso no le pertenece a él sino a los interpretes.


Me mostro sus obras sinfónicas, que tenían un lenguaje bartokiano/stravinskiano con base de música paraguaya y movilizados con armonías de jazz y ritmos latinos. Su música era fascinante y seductora como su propia personalidad, despojada de todo intento de soberbia intelectual. Era sincero , llano y directo.

Con un poco de vergüenza en caer en lo aburrido, le hablé de mis obras y le hice escuchar mis composiciones más experimentales con guitarra. Escucho con una atención profunda y me iba comentando emocionado “esto es una locura nunca escuche algo así” “¿como compones esto? Mostrame!! ¿Me pasarías la parte?”. Me motivo a que continue por ese camino, dado que en el Paraguay necesitábamos otros enfoques estéticos que oxigenen la producción nacional. Mi primera reunión con Remigio es algo que nunca olvidaré. Con el correr de los días seguimos conversando asiduamente. Me mandaba libros sobre armonía de jazz, y orquestación. Me pedía que lo lea y lo conversemos.


Viendo la precaria situación del museo Punta Karapa (que se había inundado un tiempo antes) decidí ayudarlo en promocionar el libro de su papá: Origen Social de la Música paraguaya que con la venta del mismo podía solventar gastos de la institución. Hice una breve reseña por Facebook que luego se volvió viral. Sin entender muy bien cómo ni porque, vendimos más de 50 libros en una semana, Remigio se pasó haciendo entregas de aquí para allá mientras me llamaba desde el tráfico “¡Javier lo que hiciste es increíble! No sé cómo agradecerte, estoy hace horas en la calle entregando pedidos”. Otra de mis promesas fue tocar sus obras para guitarra, cosa que aún no lo pude cumplir, pero estas me esperan en mi base de datos a ser trabajadas. Confió que su espíritu me acompañara en esta tarea.

Su muerte nos tomó de sorpresa, la última vez que nos vimos fue en la bicameral del congreso en que ambos recibimos el premio nacional de música 2021. Un privilegio para mí haberme sentado a su lado en aquella nominación.


En nuestra última conversación telefónica me propuso componerme una obra para guitarra y piano para que sea estrenada en “Contrapunto Paraguayo” concierto que di con la pianista Chiara D´Odorico, paradójicamente, un día después de su muerte. Por desgracia no pudo escribir la obra, pero junto con Chiara decidimos dedicarle el concierto, donde su espíritu nos acompañó en toda la noche.

Lloramos a Remigio Pereira porque era de esas personas que todos queremos tener alado eternamente. Era una fuente inagotable de estimulo permanente que se interesaba por vos y deseaba que te vaya bien. Lo lloramos porque ese tipo de personas escasean en nuestro país y son muy necesarias.


Para muchos fue un maestro, para otros un consejero, un padre, un ídolo, pero para mí por sobre todo fue inspiración. En ese corto tiempo que compartimos me ayudó mucho y de tantas maneras. Me queda la tranquilidad de saber qué yo también lo ayude y que me dejo un camino a seguir. Con sus propias palabras:


“Javier vos sabes mucho y eso tenes que compartirlo con la juventud. No te encierres en los círculos académicos. Los jóvenes de todo el Paraguay necesitan saber quiénes fueron nuestros grandes músicos, de lo contrario estos van a desaparecer para siempre. Ponete la camiseta”.


Ojalá sus tantos alumnos y admiradores sigan sus pasos... el futuro de nuestro país se vislumbraría luminoso si eso llegara a suceder.



Remigio y yo luego de nuestra primera reunión (Marzo 2021)


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